Mitos salvadoreños.
Los tres mitos más
profusamente difundidos en todos los estratos de la población son el del cadejo, y sus afines, el de la sihuanaba y el cipitío.
El cadejo.
El cadejo es un perro misterioso que se aparece en los caminos solitarios a los trasnochadores. Se dice que cuando su silbido se oye cerca, es que el cadejo está lejos. Pero se habla también de dos cadejos: de uno blanco, el de las mujeres, y de otro negro, el de los hombres. O de que el blanco es bueno y el negro es malo. El hecho es que, al acercársele al desdichado, los ojos del cadejo brillan como brasas y, a consecuencia del susto, el pobre desafortunado puede acabar loco, «jugado» o, al menos, enfermar con fuertes fiebres y calenturas.
La Siguanaba.
Según la versión salvadoreña la siguanaba o sigueguet, se aparece también a los trasnochadores; se la ve en los ríos lavando ropa a la luz de la luna o de las estrellas. Características suyas son el pelo larguísimo y las dos chiches o pechos que le cuelgan hasta la cintura. Parece que el susto mayor de quienes se topan con ella se produce cuando oyen su risa estentórea y burlona, al mismo tiempo que el ¡plash!...¡plash! de las chiches ricas azotadas contra el agua. El mito tiene su origen en un antiguo relato pipil según el cual una bella princesa indígena cometió el delito de adulterio; por ese delito los dioses la castigaron a sufrir eternamente tan horrible transformación. Algunos ven en el mito más bien resonancias de una antigua costumbre pipil: las prostitutas no podían ejercer su oficio dentro de los poblados, por eso lo ejercían en las afueras del pueblo, en las quebradas y sitios enmontados. Su metamorfosis en ese ser horrible sería una expresión del repudio moral con que la Iglesia católica condena la prostitución.
El Cipitío.
A este duende se lo hace hijo de la sihuanaba, aunque posee un carácter festivo e inocente del que carece la madre. El Cipitío, por otra parte, es bajito, barrigón y tiene los pies vueltos al revés, de modo que su huellas engañan: uno cree que va en una dirección cuando en realidad lo hace exactamente en la contraria. El personaje Cipitío puede estar emparentado con una deidad precolombina: el XipeTotec. Este dios era el patrono de la regeneración vegetal, por consiguiente tendrían que ver también con él los frutos y las flores.La leyenda dice que es un duende enamorado que les tira pequeñas piedresitas a las muchachas que le gustan.
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